CRÓNICA -- Etapa 6: Tan Tan - Essaouira

La etapa del día era bastante larga y prometedora, con unos 427km por recorrer y con escenarios en constante cambio. Nos pusimos en marcha sobre las 5:30 de la mañana para aprovechar el día. Comenzamos bordeando los acantilados del Cap Draa , pasando por asentamientos de pesadores para descender al nivel del mar para continuar unos 40 km por la playa. Después pasaríamos un campo de tiro militar, una antigua fortaleza, visitaríamos el resto de un carguero encallado, llegando a Essaouira al atardecer.

Emprendimos camino en dirección a los acantilados, los cuales estaban a considerable altura sobre el nivel del mar. Divisamos pequeñas aldeas de pescadores esparcidas a libre albedrío. Estos se especializan exclusivamente en coger percebes, los cuales se conservan en grandes bidones de plástico hasta que son trasladados al mercado un par de veces por semana. Es asombroso ver como descienden por los acantilados de más de 70 metros empleando únicamente una vieja cuerda y cómo se meten entre los arrecifes, esquivando el azote de las olas. ¡Nada de prevención de riesgos laborales!
Mentalmente, me pregunto ¿A quién se le ocurrió la idea de explorar éstos acantilados por primera vez? ¿Qué cara pondría ese primer pescador al intentar comerse un percebe?

La realidad es que debe ser rentable debido a la cantidad de Jaimas con las que nos topamos en el camino.

Comenzamos a adentrarnos en una zona militar en desuso ( o al menos así lo creíamos) donde nos encontramos unos tanques que hacían de blanco para la artillería.

Pudimos observar que la puntería no era la principar virtud del ejército marroquí puesto que únicamente había 2 impactos en los 3 carros de combate.

Después de cruzar un fuerte antiguo conocido como Aoereora, descendimos a la playa e intentamos infructuosamente subir una enorme duna de 100 m de altura, cosa que resultó ser imposible.

Tratamos de batir un nuevo record personal: ¿Cuál sería la velocidad máxima a la que podríamos conducir sobre la playa? Para ello, teníamos que mantenernos lo más próximo posible al agua pero sin tocarla, que es la zona donde más compacta se encuentra la arena. Llegamos a sobrepasar los 180 km/h. ¡Toda una experiencia! Considerando que en nuestro país probablemente hubiésemos sido detenidos. En un momento de sobre excitación, empezamos a navegar con el coche, llegándose a mojar la centralita, con lo que se nos paró el motor. Según iba subiendo la marea, subía también nuestra adrenalina ya que el motor seguía sin arrancar. Finalmente después de insistir conseguimos arrancar el motor y salir escopetados de la playa. La marea tardó meramente unos 15 minutos en engullir lo que quedaba

Comenzamos a ascender, entrando otra vez en zona militar donde casi nos arrolla un camión del ejercito que parecía haberse picado con nosotros. Comenzamos a darnos cuenta que se empezaban a cercar con muros de piedra superpuesta unas las plantaciones de chumberas. Considerando que dentro del cerco apenas había espacio suficiente para darle otra utilidad como albergar animales, es sorprendente el trabajo faraónico del cercado, puesto que literalmente parecía haberse construido para proteger unas plantas.

 


Tras pasar un pequeño poblado llamado Fuumassaka , fuimos acogidos por una familia Bereber donde disfrutamos de su hospitalidad. Nos invitaron al te, nos mostraron cómo hacían el pan, e insistieron en que nos quedásemos a almorzar un Tajin aún no teniendo suficiente comida para todos. La hospitalidad y humildad de ésta gente con unos desconocidos, es una lección difícil de olvidar que uno se lleva en el corazón de éste viaje.
En una cala antes de llegar a Sidi Ouarzik, pudimos visitar un carguero encallado en la playa desde hace 15 años. Los rumores locales dicen que lo encalado para cobrar el seguro.

Abandonamos la pista antes de llegar a Sidi Ifni, donde continuamos por una serpenteante carretera de unos 150 km hasta llegar a Essaouira al anochecer. Una vez en la medina, pudimos unirnos al ajetreo de personas y disfrutar de la mezcla de olores de las diferentes especias. Entramos en un herbolario donde el vendedor además de ser el líder de una banda de rock marroquí con varios discos publicados, nos engatusó y degustamos el típico Té- Royal, compuesto por más de 20 especias diferentes que son mezcladas casi al azar entre las que se incluyen rosa, jengibre, pimienta, canela raíz, cárdamo y otra muchas que son desconocidas en nuestra cocina española.

Como venía siendo habitual en éste viaje, despedimos el día con otra puesta de sol digna de película....



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