CRÓNICA -- Etapa 7: Essaouira - Tánger - Algeciras

Pernoctamos en una antigua casa de labranza similar a un cortijo llamado Hotel Villa Damonte. Desde el exterior, el hotel no llama mucho la atención, pero es cuando uno cruza su puerta principal, que se sorprende por la originalidad de su diseño interior. Las habitaciones rodeaban un patio rectangular, en cuyo centro se encuentra una fuente y su techo se encuentra cubierto por una lujosa Jaima Real con franjas verdes y granates y sus grabados dorados.
Lo más sorprendente del hotel es que no existen 2 habitaciones igualmente decoradas. Así mismo, las habitaciones no se asignaban, se elegían. Únicamente había que mirar si la llave colgaba en la puerta y si la habitación te gustaba, te la quedabas.
Decidimos despertarnos pronto debido a que la noche anterior nos quedamos con las ganas de explorar Essaouira, famosa por ser puerto de abastecimiento de Piratas Portugueses.

Después de aparcar en el puerto, notamos el ajetreo de los pescadores con sus carretas recién cargadas desde los barcos que se dirigían al centro. Decidimos seguirles tomando una de las avenidas principales. Con cierta frecuencia, la calle estaba cruzada por un muro con arcos. Lo curioso que no hay dos muros iguales en el recorrido de la calle.


El bullicio aumentaba conforme nos adentrábamos en el corazón de la ciudad, hasta llegar a su apogeo en una pequeña plaza donde se instaló el mercado. En la misma se podía ver desde la preparación de los pescados, elaboración del pan, hasta una tienda especializada en especias diversas.

Como anécdota, encontramos una plaza cubierta donde había un piano de cola negro. Mas tarde descubriríamos que por las noches se celebraba un certamen de Jazz. ¿Quién se lo podía imaginar?

De regreso al aparcamiento, caímos en la tentación de probar el desayuno “Essouirense”, que consistía en una tortita de pan con aceite de oliva y te.

El tiempo se nos había echado encima sin darnos cuenta habíamos pasado 3 horas en el mercado. ¡Eran las 11h y aún nos quedaban 640 km por cubrir!.

Emprendimos el camino al estilo Carlos Sainz y llegamos a Tánger con 15 minutos de margen para tomar el Ferry de regreso.

Aunque lo bueno y breve dos veces bueno, todos estábamos algo tristes porque se acababa el viaje. Tras comentar las anécdotas del mismo y tomarnos un café como dios manda, algunos ya empezábamos a hablar de

la próxima ruta en Navidades. ¡Animo que ya queda menos!

Nos despedimos al cruzar la frontera, sabiendo que teníamos nuevas amistades y con la seguridad de que nos volveríamos a ver pronto.


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